Inhabitable habitáculo
Mi rostro se esparce
por las paredes de esta agonía.
La sangre reseca no palpita
en la sombra de un techo
que me empuja a no reconocerme.
Mi rostro se esparce,
y aunque busco focalizarlo,
mis espejos se empeñan
en hacer desaparecer
nariz, ojeras, sonrisa...
Y mi mirada se vuelve extranjera
en este mundo sádico.
Esparcido mi rostro queda,
en las grietas de la sangre,
vereda de mis cicatrices,
identidad perdida en escenario
marcado por el hambre
de sentirnos humanos.
Pero, a pesar de todo, hay algo
que me resulta familiar;
acaricio mis mejillas,
como buscando un recuerdo,
pero no es nada nuevo, nada.
Sólo más pared donde derramarnos.